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Joaquín Araújo Ponciano
Su pasión es la hospitalidad, la que recibe y la que consigue ofrecer y compartir. Intenta abrirse de par en par para que le entren, por todos los sentidos, los aromas del mejor huésped, la libertad. Esa que se esconde, por demasiado olvidada, donde nada puede ocultarse: al aire libre, a cielo abierto...
También acampan en Joaquín Araujo la necesidad de alimentarse con las mejores dietas visuales, esas que incluyen los panoramas menos agredidos, con lecturas incesantes, sobre todo de poesía y con comidas por él mismo cultivadas. Que, no lo olvidemos, son tres de los estados más bellos de la belleza.
Su casa no tiene llave. Unas 3.000 personas pueden confirmarlo. Como durante casi la mitad de sus días le alberga un bosque, que también ha acogido, ya papel, sus palabras, sus emociones y sus compromisos, necesita plantar mil árboles al año